O de por qué me he desvinculado de la película que dirigí sobre el célebre corsario.
Estimado Amaro
Pargo:
Permíteme que te
llame por tu nombre de guerra. Creo que a estas alturas tenemos un
cierto grado de confianza. Antes que nada, déjame advertirte que
esta carta va a ser larga. Son muchas las cosas que tengo que
explicarte.
Durante este último
año, son varias las ocasiones en las que he querido escribir algo
referido a mis desventuras durante la realización de la película
que dirigí sobre ti, pero siempre me retractaba, porque no quería
hacerlo desde la rabia. Hoy escribo desde la resiliencia, aunque no
sin la lástima que siempre evoca decirle adiós a algo o a alguien.
Hoy además, te escribo directamente a ti, sin intermediarios, como
tú hacías con tus negocios, allende los mares.
¡Qué irónica es
la vida! Todos estos años te acusaron de ser un pirata, y justo
cuando sale una película que demuestra lo que en realidad fuiste (un
corsario legitimado por el Rey, un empresario con “derecho a
roce”), llegan dos piratas y se apropian de dicha película.
Créeme que cuando
descubrí lo que estos dos personajes estaban tramando, luché con
todas mis fuerzas para evitarlo. Pero he de serte honesto, yo firmé
los términos del contrato del que ahora se están aprovechando. No
te lo tomes a mal, pero siempre consideré tu película un encargo.
Sí, puse todo de mi parte, con los recursos que tuve en mi mano,
para que el resultado fuera el mejor posible. No podría mirarme al
espejo de no ser así. Creo que hay cosas que pude hacer mejor, y
cosas de las que estoy realmente orgulloso. Pero, aunque es difícil
decirlo (habiendo hecho sólo dos documentales largos), la realidad
es que, teniendo en cuenta el tono del trabajo que vino antes de este
proyecto (“Héroes Modernos”), y de la obra que ya estoy rodando
actualmente (cuyas siglas son A.D.J.A.A.), y aún habiendo posibles
coincidencias reseñables; lo más probable es que tu película sea
una rara avis dentro de mi aún incipiente filmografía.
Influye también el
hecho de que llegué al proyecto como medida de emergencia, dado que
cuando me contrataron faltaban sólo 6 meses para la fecha de entrega
establecida por Radio Televisión Canaria, según lo estipulado en el contrato de
pre-compra que ya habían firmado. Enviar el proyecto en fecha era
vital para cobrar el dinero subyacente de ese contrato. El anterior
director había visto ya a los piratas desenvainar el sable, y
prefirió apartarse para que no le degollaran (aunque esa no fue la
versión que me trasladaron a mí). Qué pena que no nos conociéramos
durante el proceso de transición, porque hablando con él
recientemente, no me cabe duda de que me hubiera advertido de no
embarcar en esa nave. También hubiera agradecido entonces que, en
este gremio Canario en el que tantos y tantos gustan de vomitar
porquería sobre otros compañeros, como hidalgos de la pulcritud del
cine patrio, hubieran puesto en marcha sus entrenadas lenguas para
advertir públicamente de determinadas cosas que ya se sabían sobre
uno de los dos piratas de los que te hablo. Pero eso, querido Amaro,
nunca sucedió. Es muy fácil patear a un compañero director (al fin
y al cabo, somos los “últimos monos” del gremio), pero para
criticar a alguien que en un futuro puede contratarte, no sólo basta
con tener la lengua entrenada. Para eso hace falta tener bemoles.
No te lo tomes a
mal, no me arrepiento de Estructurar, editar, postproducir,
musicalizar y dirigir tu película. Fue algo que hice con todo el
cariño del mundo. Es más, gracias a ti trabajé con gente que
merece mucho la pena, y conocí a La Siervita, que hoy en día
considero uno de los personajes más reseñables de la Historia de
Canarias. Sin embargo, de haber sabido que la cosa acabaría así, me
habría ahorrado el esfuerzo para invertirlo en otros proyectos mucho
más personales.
Sólo me gustaría
aprovechar el momento, si me lo permites, para desmentir algunos
aspectos que he visto publicados a lo largo de estos meses en algunos
medios del archipiélago que, o bien me ningunean como cineasta, o
bien no me dejan en buen lugar, y que son rigurosamente incorrectos,
cuando no directamente invenciones. Vamos al grano:
1. AUTORÍA
DEL GUIÓN.
No es correcto que
el Investigador (o documentalista, o por qué no decirlo, el
productor real) sea el guionista de esta película. En un principio,
cuando aún estaba en el proyecto su director original, iba a ser un
docudrama, o falso documental, e iba a estar escrito por el propio
director y por el investigador. Esto se descartó enseguida en la
primera reunión que yo tuve con el investigador (que, como dije, a
su vez era productor) cuando me contrató. Fue una de las condiciones
que puse para aceptar el proyecto. En primer lugar, porque no me
apetecía trabajar ese formato, y en segundo lugar (pero no por ello
menos importante), porque consideraba que esto era una opción
personal del anterior director, y (llámenme maniático) sentía que
no era correcto por mi parte “mancillar” una idea que era suya,
escribiendo un guión distinto.
NUNCA HUBO UN GUIÓN
EN ESTA PIEZA. El Investigador no sabía cómo se escribían los
guiones de documentales. Esto no lo digo por maldad, aunque me lleve
mal con él, es una simple realidad. Él hizo muchas cosas muy bien,
pero esta no fue una de ellas. Le pedí varias veces que me hiciera
una escaleta (lo que viene siendo de facto un guión en un
documental, dado que ni los diálogos ni las escenas están escritas
de antemano, sino que las capta la cámara en vivo)... Hasta que
comprendí que simple y llanamente, no sabía hacerlo. Tenía
programadas unas entrevistas a determinados expertos, y una serie de
preguntas que quería hacerles a dichos entrevistados. Sí, podría
considerarse eso como parte argumental de la historia. Pero el guión,
o lo que viene siendo la estructura, el esqueleto de la historia, se
construyó única y exclusivamente en el montaje, que realicé yo,
con ayuda de Ado Santana.
Además, el único
elemento literario que utilizamos, es un extracto del Libro La
Leyenda de Amaro Pargo, de Pompeyo Reina. Así que tampoco se puede
considerar al investigador como autor literario de la cinta. Por
cierto, esto fue la única idea que “robé” del anterior
director, porque me pareció una forma original de dar continuidad a
la historia.
Y, perdóname que me
ponga la chapa, pero la decisión más importante a nivel de
narrativa, también la tomé yo. En un principio, estaba establecido
que íbamos a grabar una escena recreando el momento en el que el
pintor José Rodríguez de la Oliva realizaba un retrato sobre ti
(que hoy se encuentra desaparecido). Esta escena estaba planificada
(y negociada) desde antes que yo llegara, pero iba a ocupar un
espacio pequeño en el metraje. Sin embargo al analizarla, me pareció
buena idea convertirla en el núcleo central de la trama.
Fue ahí, de hecho,
cuando decidí que la premisa del filme no iba a ser exactamente
desmantelar los mitos sobre ti, sino que directamente íbamos a
tratar el enfrentamiento entre realidad y leyenda, con el que siempre
tiene que lidiar una figura histórica, como lo eres tú.
La leyenda, aunque
en un principio iban a ser escenas de imagen real, acabó siendo
representada por las ilustraciones de un dibujante profesional (no
quiero nombrar a nadie del equipo para no meterles en un asunto
personal), que fueron posteriormente animadas por mí en el programa
after effects. Y la realidad estaba representada por ese retrato
pictórico, que iba construyéndose, fase a fase (boceto, coloreado,
etc.), hasta que, el final de la cinta, por fin, teníamos un retrato
completo de tu figura. Para mí, tu película siempre trató de eso,
de profundizar en tu historia hasta dar con una representación
realista de tu persona. Pero como travesura final (SPOILER), decidí
enlazar en montaje ese plano de tu retrato pictórico, con la ilustración
final que había creado nuestro dibujante, en el que se te veía con
ese porte de corsario temible de novela de aventuras (FIN DEL
SPOILER). De ese modo dejaba claro que, en tu caso, realidad y
leyenda, nunca dejarían de enfrentarse, y que era decisión del
propio espectador elegir con cual de las dos imágenes prefería
recordarte. Cual de las dos imágenes iba a perdurar en el tiempo.
Esto iba claramente
en contra de los intereses del Investigador, que ansiaba dar una
imagen determinada sobre ti, como una especie de Steve Jobs lagunero.
No te me ofendas hombre, sé que hiciste mucho bien por tu sociedad,
pero siempre detesté el tono edulcorado que muchos han intentado
mostrar sobre ti, aunque no me quedó más remedio que ser partícipe
de ello (insisto, tu proyecto fue un encargo de última hora, y tuve
que trabajar con los mimbres que había a mi disposición). De
verdad, no entiendo qué hay de malo en hablar de las caras oscuras
de una persona, y más si es un personaje histórico. No puede
existir la Luz sin las Sombras, aunque cada vez parezcamos entenderlo
menos en esta sociedad tecno-puritana en la que vivimos.
Terminando con este
tema, si te fijas en los créditos iniciales (a no ser que los hayan
cambiado, cosa que, hasta donde llega mi información, no ha
sucedido), NO EXISTE EL CRÉDITO DE GUIÓN. Sólo se lee el de
ESTRUCTURA, firmada por un servidor y por el documentalista. Lo
indiqué así para reconocer el trabajo que ambos habíamos hecho
para hacer funcionar la trama, sin faltar a la verdad.
2. CONFLICTOS Y
SUPUESTOS GASTOS ADICIONALES.
El otro personaje en
discordia, el Productor de la película, concedió una entrevista a
Alegando Magazine (con quienes no tengo ningún problema, y de hecho
han sido de los pocos medios que han reconocido mi autoría en la
pieza). Cuando se le pregunta por los momentos más complicados
durante el proceso de realización, responde esto: “(...) hubo
conflictos entre el investigador y el director. Tuve que mediar para
que la integridad final del filme no se viera afectada, tomando una
serie de decisiones acordadas con el director que hicieron que el
filme tuviera el nivel de calidad actual que posee. Dichas decisiones
evidentemente tuvieron su repercusión en un aumento de los gastos de
la producción, pero todo se hizo en aras de poder cumplir con los
compromisos que había establecido como productor”.
Vamos, que según
él, por culpa de una trifulca entre el investigador y yo, la
película se encareció. Vamos por partes.
Es cierto que hubo
un conflicto entre el investigador y yo. Fue un conflicto creativo,
durante la fase final del proceso de Postproducción. Creo que todos
en el equipo saben que tuve un talante bastante colaborativo durante
todos los procesos de realización. Pero en este caso concreto,
aunque acepté de buen grado algunas de sus sugerencias, consideré
que ni la actitud del investigador era razonable con respecto a
determinadas exigencias (quería cortar frases de entrevistados que
no decían lo que a él le interesaba que dijeran, o en el peor de
los casos, ordenar las palabras de estos como si estuviera editando
una declaración escrita para un periódico…); ni mucho menos el
momento adecuado para hacerlas (cuatro días después de una reunión
donde, supuestamente, ya habíamos aclarado todo lo que necesitaba
corregirse). Así que impuse mi criterio como director. No había en
mi contrato nada que me supeditara a su criterio de
productor-investigador, por lo que no tuvo más remedio que
aceptarlo, aunque luego se vengó de la forma más ruin posible,
escribiendo una nota de prensa en la que se me mencionaba vagamente
como un técnico más del equipo, y no como uno de los autores
principales de la obra.
También es cierto
que el productor tuvo una actitud conciliadora, pero es FALSO que
tuviera “que mediar para que la integridad final del filme no se
viera afectada”, o que tomara ninguna decisión creativa que
ayudara a que la película tuviera “el nivel de calidad que
actualmente posee”. La decisión ya estaba tomada por mí, con
todas las consecuencias que acarreó después.
Particularmente
flagrante es el fragmento que dice: “Dichas decisiones
evidentemente tuvieron su repercusión en un aumento de los gastos de
la producción, pero todo se hizo en aras de poder cumplir con los
compromisos que había establecido como productor”. Esto es
RADICALMENTE FALSO. No hubo gastos de producción extra debidos al
conflicto entre Investigador y Director. En ese instante, ya la
película estaba casi completamente editada (incluso con la música
insertada, ya que yo personalmente suelo terminarla antes de empezar
a editar). Sólo faltaba pulir ciertos aspectos, añadir la
rotulación típica de las obras documentales (nombres de
entrevistados y oficios, etc), que el director de Fotografía
corrigiera el color, y que el Sonidista masterizara la pieza
(procedimientos que, como sabe la gente del gremio, se realizan al
final, cuando ya no se va a tocar nada del montaje final).
De hecho, querido
Amaro, analizándolo detenidamente, no hubo gastos extras en la
producción, aunque el productor erróneamente se referirá a un
determinado momento que sucedió meses antes del conflicto y que voy
a relatarte enseguida:
En un principio,
ellos habían acordado con un actor amateur interpretar las partes
legendarias de tu vida (esto fue un año antes de mi contratación).
Dicho actor se ganaba (y se gana, creo) un dinero extra haciendo
guías teatralizadas para turistas que acuden a los viñedos de
Tegueste que en su día te pertenecieron. Contratar a dicho actor les
resultaba muy conveniente, porque poseía su propio atrezzo y
vestuario, que él mismo había desarrollado, tras años de
“representarte”, y además, iba a ser uno de los entrevistados,
así que prácticamente teníamos un tres por uno. Pero la cosa ya
desde que llegué no pintaba muy idílica. Por más que quise
contactar con este actor antes del rodaje, resultó imposible (lo
cual, ya de por sí, no me gustó nada, pero estábamos a
contrarreloj, así que tuve que apechugar con ello).
El caso es que,
cuando por fin pude ver el vestuario poco realista que él poseía, y
su forma de “interpretarte”, además de una actitud que no
consideré adecuada (una vez que intenté hacer mi trabajo, es decir,
dirigirle; y que él hiciera caso omiso de mis indicaciones), decidí
que no estaba interesado en que su trabajo apareciese en la película.
No tengo ningún problema con el personaje que él mismo se había
construido para representarte, y que tenga ansias de publicitarlo en
un documental, pero me corresponde a mí como director decidir si
estoy dispuesto a permitirlo. Y en este caso concreto consideraba que
rompía totalmente con el tono de lo que estábamos haciendo, gracias
al excepcional trabajo de todo el equipo, así que opté por
prescindir de su intervención actoral. Ojo, no digo que su labor
como actor sea mala. Simplemente digo que no casaba con el tono
realista con el que estábamos tratando tu persona.
Pero, en cambio, sí
estaba muy contento con su entrevista (negociada antes de mi llegada,
por cierto), dada su locuacidad, y su particular punto de vista, más
ligado al saber popular que a la docencia (lo cual le daba una nota
de color al conjunto, porque ya teníamos varios expertos sesudos en
el reparto de entrevistados). Así que, aunque prescindí de su
esfuerzo interpretativo, quise contar con él en su condición de
divulgador de tu figura.
Reconozco que no vi
venir el problema. Resulta que el productor y el investigador habían
acordado pagarle una cantidad de dinero determinada, por un día de
trabajo. Una vez que le dijeron que no íbamos a rodar sus escenas,
el Actor se negó a que su entrevista apareciera en el montaje final
si no le pagaban el dinero acordado. Para colmo, el productor
traspapeló el documento que dicho actor había firmado, en el que
cedía sus derechos de imagen para la entrevista.
En ese instante, me
las estaba viendo muy apuradas para hacer de aquel metraje que
teníamos, un largo documental de 52 minutos (tal como pedía RTVC).
Las entrevistas eran parte crucial del contenido con el que estaba
estructurando la historia. Así que fui expeditivo: “No me voy a
quedar sin diez minutos de material por culpa de no hayáis hecho el
trabajo de producción correcto. Pagadle lo que hayáis acordado”.
No fue una decisión fácil, porque incluso a mí me parecía un
precio alto (aún aunque se hubiera dado el caso de que hubiéramos
rodados sus escenas). Y, de hecho, estaba realmente cabreado. Durante
meses les vi racanear hasta el último céntimo, no sólo a mí, sino
a varios miembros del equipo. No voy a entrar en detalles escabrosos,
pero yo particularmente había vivido una situación muy dantesca
relacionada con la ansia de ahorrarse el tener que pagarme un
hospedaje en La Laguna (localización central) durante los días de
rodaje (tal como habíamos acordado previamente). Así que me
producía especial estupor que hubieran negociado pagar una cantidad
tan elevada a un actor no profesional, cuando un buen amigo mío (y
uno de los mejores actores de Canarias) cobraba mucho menos por día
trabajado en una serie con bastante más presupuesto que nuestra
cinta. Pero más estupor me producía que por esta chafalmejada fuera
a perder bastantes minutos de metraje, faltando menos de 3 meses para
la entrega. Así que me planté, y el productor pagó el montante
negociado. Luego supe que el Investigador realmente me odió por
esto.
Por tanto,
técnicamente no hubo ningún gasto extra en este instante, dado que
ese dinero ya estaba presupuestado.
Surgía entonces
otro problema. Había que recrear tus escenas legendarias, pero cada
vez se veía más evidente que iba a ser muy complicado hacerlo en
imagen real con el presupuesto que teníamos, sin romper el tono del
conjunto. Yo había pensado hacerlas con animación, pero también se
nos iba de presupuesto. El último día de rodaje, El director de
Fotografía y la Ayudante de Producción me comentaron que tenían un
amigo dibujante/ ilustrador que sería muy adecuado para recrear esas
escenas. Me enseñaron su página de ilustrador en facebook, y la
verdad que me gustó mucho su trabajo. Empecé a darle vueltas y
pensé que quizá podría encargarle unas cuantas ilustraciones, en
las que se reflejaran algunas de esas leyendas, que luego yo animaría
sutilmente en After Effects.
Este ilustrador
(antes me referí a él como el Dibujante) cobró muy, muy, muy por
debajo de su caché habitual, como favor a sus amigos. Sí, la
cantidad que se le pagó podría considerarse un gasto extra… De no
ser por un pequeño detalle: Cuando yo entré en el proyecto, sólo
iba a ocuparme de Editar y dirigir. Pero como llevo varios de mis
largos y cortos encargándome también de la música, y estaba muy
interesado en aportarle a la cinta un tono sonoro oscuro, que se iba
haciendo más luminoso conforme la trama desvelaba cosas sobre ti,
además de que me apetecía darle un cierto toque electrónico (en
contraste con el clasicismo que suele verse en los documentales
históricos); les propuse encargarme yo mismo de ella. Para que no
pensaran que estaba intentando acaparar sueldos, les ofrecí algo de
lo que me arrepiento (porque ya de por sí el dinero que tenían
presupuestado no era gran cosa). En lugar de pagarme el montante
total que ellos habían separado para la BSO, yo sólo les cobraría
la mitad.
La cantidad que se
ahorraron de pagarme a mí, fue la que utilizaron posteriormente para
contratar al ilustrador (de hecho, el Investigador y yo le planteamos
al productor esta posibilidad). Es decir, que el dinero que le
pagaron al ilustrador, se lo habían ahorrado previamente con mi
trabajo como músico. De modo que tampoco hubo gasto extra en este
aspecto.
Es más, querido
Amaro, hay algo que el productor omite deliberadamente, aunque esta
gestión no la hizo él. Yo di parte de mi sueldo, con el propósito
de tener más ilustraciones en el filme, dado que según ellos, ya
habíamos tocado techo en el gasto de producción. Como, por encima
de todo, quería hacer una buena película, propuse descontar una
determinada cantidad de uno de mis pagos, y que fuera destinada al
ilustrador/dibujante. Así se hizo, y pudimos contar con más
ilustraciones. Si el investigador es honesto, reconocerá esta
circunstancia.
Por tanto, no sólo
no hubo gastos adicionales por mi culpa, sino que obtuvieron un
superávit (mínimo, eso sí) de gasto.
OTRAS
ACLARACIONES.
Déjame que te
aclare algo, porque sé que el productor utilizará esto como
argumento (ya lo hizo, hace tiempo).
Yo cobré
correctamente todos mis emolumentos por hacer este trabajo, y además
los cobré al día.
La secuencia de
pago, condición sine qua non para aceptar el encargo, fue la
siguiente: Una parte por adelantado; la segunda una vez rodado el
proyecto; y la tercera y última, una vez que el proyecto fuera
entregado a RTVC, que estos dieran el visto bueno al trabajo, y
pagaran por él.
El resto del equipo
negoció en su día no cobrar nada hasta que RTVC nos hubiera pagado
por el trabajo. Quiero aclarar esto, porque seguramente el productor
intente utilizar esta circunstancia en mi contra. El resto de
técnicos del equipo trabajó sólo en el rodaje, que duró unos 13
días, repartidos en tres semanas si no recuerdo mal (a excepción
del responsable de sonido, que estuvo dos semanas más trabajando en
la masterización de sonido, y el director de fotografía, que hizo
el etalonaje por puro amor a su trabajo, dado que no le pagaron un
duro por ello).
Posiblemente, si esa
fuera mi circunstancia, la de trabajar sólo esas jornadas de rodaje,
no me importaría haber esperado a cobrar de RTVC, pero lo cierto es
que no era así para nada. Como director y editor del proyecto tenía
que estar desde finales de Enero hasta mediados de Julio, invirtiendo
en él muchísimas horas porque, como te dije, estábamos a
contrarreloj. Les hice saber a Productor e Investigador que si
querían dedicación plena al proyecto, tenía que cobrar al día.
Puedo permitirme el lujo de trabajar sin cobrar tres semanas. Pero no
puedo permitirme el lujo de trabajar sin cobrar hasta dentro de 6
meses. Es así de simple. Y esto sí tengo que resaltarlo, el
Investigador estuvo a tope con esta circunstancia desde el principio.
Sé que a muchos les extrañará que tenga que justificar exigir mi
salario al día, pero lamentablemente, no cobrar cuando se debe es
una práctica habitual en el gremio del audiovisual.
Por cierto,
Productor, deberías estar dándote con un canto en los dientes,
porque mira que te salí barato. Yo he sido meritorio de dirección
en rodajes donde se trabajaba menos y se cobraba lo mismo que yo gané
por 6 meses, en dos semanas.
No te sulfures
Amaro, ya sé que tu vena comercial ahora mismo está que trina. Te
aseguro que otros productores no tendrán esa bicoca. Fíjate,
abrirme los ojos con respecto a eso, sí se lo agradezco al
productor.
HASTA LUEGO.
Una vez aclarado
todo lo anterior, Llega el momento de concluir esta carta.
Perdóname que lo
exprese de esta manera, estimado corsario, pero quiero darte
carpetazo, o por usar un símil adecuado, tengo que quemar tus naves.
Me encantaría ir a las proyecciones de tu película con orgullo, a
hablar sobre lo mucho que me fascinas, con tus luces y tus sombras.
Me encantaría estar ahí para hacerte justicia. Pero simplemente, no
estoy en potestad de ello.
El productor y el
investigador decidieron en su momento que iban a promocionar el
estreno en RTVC sin contar conmigo (El productor, de hecho, lleva un
año distribuyendo el filme sin invitarme a las proyecciones). No
sólo no se conformaron con eso, sino que ambos se apropiaron de la
autoría de la película. El investigador salió en una larga
entrevista en el medio para el que habitualmente escribe (y uno de
los que menos profesionalidad han demostrado con este asunto),
atribuyéndose todos los méritos. El productor, por su parte, tuvo
la ridícula iniciativa de añadir un infame crédito en el cartel
promocional: “Una película de (nombre del productor)”.
Para que te hagas
una idea de lo bochornoso que es esto, hay muchos directores de cine
(auténticas estrellas algunos de ellos), que aún a pesar de
escribir, dirigir y producir sus obras, no las tienen todas consigo a
la hora de poner ese crédito. Y ojo, están en su derecho (dado que
son quienes más tiempo se pasan al frente del desarrollo de una
película), pero muchos lo dudan. Y este sujeto, que apenas fue dos
días al rodaje, y cuya intervención más importante durante la
postproducción fue ver dos versiones del montaje y asentir, no duda
ni un instante en afirmar que la película es “suya”.
Inenarrable, querido Amaro.
Por supuesto, no me
quedé callado, y fui medio a medio denunciando la situación. Muchos
de ellos demostraron bastante poca seriedad y rigurosidad, pero en
general, los medios y periodistas serios de verdad subsanaron el
error. Una persona responsable de RTVC (a quien tampoco quiero
mencionar porque éste no es su conflicto), al enterarse de lo
sucedido, movió cielo y tierra por ayudarme, y gracias a ella pude
salir en “Buenos Días, Canarias” defendiendo
cinematográficamente nuestra película. Le estaré eternamente
agradecido.
Hace meses que me
desmarqué del proyecto, cansado de tener que reivindicarme a cada
momento. Por suerte, el tiempo va poniéndome poco a poco en el lugar
que me corresponde. Pero durante este tiempo, la gente aún piensa
que sigo ligado a tu película, y no paran de mandarme noticias sobre
futuras proyecciones en las que no soy bienvenido, así que se me
hacía necesario darle un cierre a todo este asunto. Además, sentía
honestamente que no me había despedido de ti como debía.
Sé que muchos me
acusarán de oportunista, dado que la carta llega el día en que la
cinta se proyectará en el TEA. No me preocupa, porque seguramente
muchos de los que me acusen de ello serán los mismos que se callaron
como perras cuando supieron de la injusticia que se estaba cometiendo
conmigo (en un gremio, como digo, con tantas lenguas desatadas). Es
decir, es cuestionable ser un oportunista, pero es mucho más
imperdonable ser un hipócrita. Además, ya estoy cansado de dar la
callada por respuesta. Pero sí me gustaría indicar que la razón
por la que lo hago ahora es porque, de alguna manera, me parece el
broche perfecto, justo cuando la película se va a proyectar en el
que considero uno de los templos del cine local.
Y lo cierto es que
yo deseo que la gente vaya a ver la película al TEA, aunque un
pirata se lleve la gloria por mí. Por un lado, como he indicado
antes, soy un ferviente defensor del espacio, tanto por los muchos
momentos bonitos que he vivido allí, como por el excelente trabajo
que su director de programación realiza (y que se ha comportado como
un señor en todo este asunto). De hecho, me preguntaron desde este
organismo si quería participar en la proyección, invitación que
decliné amablemente.
Por otro lado, ansío
que el público vea el cariño que todo el equipo (a excepción de
uno) dedicó para hacer tu película, Amaro. Creo honestamente que
todos (menos uno) hicimos un trabajo muy digno, en unas condiciones
nada adecuadas.
Sé que algunos se
lo pensarán dos veces antes de trabajar conmigo, por estar haciendo
público esto. Pero honestamente, si alguien piensa eso, es a mí a
quien no me interesa trabajar con esa persona. Permíteme que me
dirija a ellos un instante: Si te preocupa que esté haciendo esto
público (aún después de haberlo razonado durante casi ocho
páginas), es que tú no le harías ascos a tratar de la manera que
he descrito antes a un compañero, así que te quiero lo más lejos
posible de mi presencia.
En lo estrictamente
cinematográfico, me quedo con la espina de no haber tenido más
información sobre tu vida, y no poder esclarecer algo más que
simplemente tus posesiones y tus enlaces familiares o dinásticos.
También me queda pena de no haber profundizado en una circunstancia
personal de la que estoy convencido, y que estoy seguro que nunca me
hubieras negado que era cierta, si hubiera podido mirar correctamente
a los ojos de tu figura, sin el filtro de gente interesada en dar una
imagen de ti demasiado conservadora. Introduje esta convicción
extra-sutilmente en dos de las imágenes del film, pero ni siquiera
le conté mis intenciones a nadie del equipo, por lo que sólo los
ojos más avispados podrán vislumbrar de qué hablo (aunque lo veo
difícil).
No, no estoy
hablando de ese rumor que te relacionaba carnalmente con La Siervita.
No existen pruebas ni indicios reales de que eso sucediera, y por mi
parte, con el conocimiento de causa que tengo del tema por haber
tratado directamente con él, afirmo categóricamente que es una
falacia (y creo que así se refleja en el documental).
No insistas. Tú ya
sabes lo que pienso, pero esto es una carta abierta, así que aquí
zanjo el tema.
Me queda magua
también de no haber podido participar en la distribución de la
cinta. Hace años, con Héroes Modernos, una película que nos costó
vender, porque no era carne de festivales, conseguimos que se
proyectara en cinco países distintos. Estoy convencido de que un
documental histórico hubiera sido una pieza muy jugosa para muchos
festivales en el mercado latinoamericano, ese mismo que dominaste
navalmente durante años. Nunca lo sabremos.
No obstante, me
alegro mucho de ver cómo la película te ha abierto puertas que
antes estaban cerradas. Hace poco más de un año, había un puñado
de reseñas sobre ti, y casi todas debidas, o bien al maravilloso
libro de Domingo Barbuzano (pieza clave de nuestra obra), o bien a un
videojuego de Ubisoft en el que realmente nunca participaste. Hoy por hoy, cada
noticia que sale sobre ti tiene una repercusión importante, y me
satisface saber (con toda la arrogancia del mundo) que tengo alguna
culpa de ello.
No quiero terminar
sin decir algo: Esta película no se podría haber hecho de no ser
por el Investigador, que entre otras cosas, me contrató a mí y a
todo el equipo, que fue el productor de facto del film, y que dedicó
2 años a investigar sobre ti. Eso no lo he negado nunca. Pero una
investigación de dos años (insisto: sin guión resultante) no hace
una película. Una película se hace desde el momento en el que se
coordina al equipo, se toman decisiones creativas y se grita acción
por primera vez... hasta el instante en el que se exporta la versión
definitiva de la misma desde el programa de edición. La persona
responsable de todo ese proceso en esta cinta no fue otra que un tal
Juan Alfredo Amil Rodríguez.
Déjame que me
dirija directamente al Productor:
Las mentiras tienen
las patas cortas. Y, por favor, ten cuidado. Las canciones de la
película que distribuyes alegremente son mías. Por Ley, y por
Derechos de Autor. Hasta ahora he tolerado tus travesuras,
básicamente porque la película se proyectó en RTVC (a quienes no
deseo causar problemas, porque hay que ser agradecido con quien
confía en ti), en el Festival de Cine Histórico de La Laguna (cuya
organización fue muy considerada conmigo), en el Aguere (otra de las
salas históricas), y en el TEA (que, como dije antes, para mí es un
lugar indispensable, y lo último que deseo es causarles problemas).
Y también porque estas proyecciones eran gratuitas. Pero si me
entero que intentas sacar rédito de mis canciones a través de, yo
que sé, un DVD, sin abonar los consiguientes royalties… ¡Ay,
Pirata! en ese momento desearás tener patente de corso.
Créeme Amaro, hay
muchas cosas que se me quedan en el tintero (el dron, la casa de los
horrores, el episodio del cortado leche y leche…). Pero creo que
con lo descrito antes está todo explicado.
Para finalizar,
darle las gracias a mi equipo durante el rodaje de tu peli. En
especial a José Alberto, mi ayudante y confidente durante los días
de rodaje. Y a Ado, que no dudó echarme una mano durante mis días
de fiebre galopante.
Sin más dilación,
mi querido Amaro Rodríguez Felipe, me despido. Dudo que volvamos a
vernos, pero, por si acaso, voy a contenerme de decirte Adiós. Te
diré simplemente, Hasta Luego.
Ha sido un honor ser
el primer director en hacer una película sobre ti. No puedo expresar
con palabras el hecho de que la Historia relacione mi nombre con un
visionario como fuiste tú.
Atentamente,
Juan Alfredo Amil
Cineasta. Director,
Editor, y Músico del Primer Largometraje Documental sobre el
corsario Amaro Pargo.
PD: Gracias al TEA y
a su Director, por hacer justicia en su cartel promocional de la
proyección.