jueves, 19 de julio de 2012

El Murciélago en Movimiento (Un repaso a los filmes en acción real de Batman).

Continúo con mi cruzada personal para honrar el inminente estreno de The Dark Knight Rises. Esta vez sin spoilers. Bueno, si no has visto las películas de las que hablo, posiblemente sí, pero te jodes (haber estudiado).

Hoy empezaré haciendo un repaso a las siete películas que se han producido, en diferentes épocas. Voy a centrarme simplemente en los largometrajes estrenados en salas, y en concreto en los de imagen real. Lo hago de esta manera, a pesar de que, personalmente, creo que lo mejor que hemos visto en una pantalla sobre el personaje es la serie animada creada por Bruce Timm, Batman the animated series; o de que La Máscara del Fantasma (realizada por el mismo equipo que la serie de animación) fue hasta la irrupción de Nolan, el mejor largometraje del Hombre Murciélago. De ellas hablaré con más detalle en otro momento (esta semana no, porque no toca), aprovechando que, además, hay muchas más películas animadas, y que me gustaría visionar para poder hablar con propiedad del tema. De la serie de los sesenta, mejor no comentar mucho, aunque no me quedará más remedio que mencionarla en el siguiente párrafo.

1. Un inicio un tanto paródico.

La primera película de Batman se realizó como extensión al famoso show del canal americano ABC. Era el año 1966, y la serie protagonizada por Adam West y Burt Ward había sido un tremendo éxito. A ver, he de reconocer que, vista con perspectiva, le he cogido cierto cariño a la cinta. Esto se debe a que he comprendido cuál era la naturaleza de la misma (y por ende, de la serie), una comedia absurda y paródica de las historias de superhéroes. De hecho, a este estilo de humor se le llama comedia "Camp". No me pregunten cual es el origen etimológico de este término porque no me interesa un carajo. Estamos hablando de Batman, cojones.

El caso es que el filme, titulado Batman, La Película; tiene algunas secuencias realmente divertidas, como aquella en la que Batman golpea repetidas veces a un tiburón que se le ha enganchado en la pierna (un tiburón bastante falso, todo sea dicho).  El hombre murciélago acaba gritando "¡Robin, tráeme el spray espanta-tiburones!", y el chico maravilla escoge entre varios sprays, hasta que encuentra el que, según su etiqueta, sirve exactamente para espantar escualos. O aquella otra en la que Batman no sabe cómo deshacerse de una bomba que está a punto de estallarle en las manos, porque, vaya donde vaya, siempre hay un inocente al que puede dañar (el colmo es cuando encuentra una zona de agua donde lanzarla sin dañar a personas, pero recula al ver a varios patitos nadando).

Sprays para todo tipo de bichos marinos.
No tengo nada contra esta película, y reconozco que la serie en sí dio mucha popularidad al personaje. Pero fue una época del Caballero Oscuro en la que no era merecedor de ese sobrenombre, así que no considero ni este filme, ni la serie de la que deriva, como una historia de Batman. Es un divertimento intencionadamente cutre, que además ahonda en muchos aspectos gilipollescos subyacientes de la censura americana de la época, y en concreto del libro La Seducción del Inocente, que a su vez alertaba a la sociedad americana sobre Batman y Robin, supuestos instigadores de la homosexualidad en los jóvenes americanos. Fuera de la estupidez imperante a la hora de considerar la homosexualidad como una enfermedad, provocada además por leer un cómic, lo cierto es que las historias realizadas tanto en los comics, como en la tele, o en este mismo film, perjudicaron gravemente el desarrollo de uno de los mejores y más longevos personajes de ficción creados en el siglo XX.


2. Buen intento (La Saga iniciada por Burton y finalizada por Schumacher).

Afortunadamente, las cosas cambiaron en los años 70, gracias a nombres como Dennis O´neil, Neal Adams, Dick Giordano, Terry Austin, Steve Engleheart, o Marshall Rogers. Autores de algunos de los comics más impresionantes del Señor de la Noche, y auténticos instigadores del regreso de éste a su verdadera naturaleza: La oscuridad. Es en esta época cuando entra en escena Michael Uslan, que acabará siendo el productor ejecutivo de todas (y cuando digo todas, me refiero a TODAS) las películas rodadas en adelante sobre el Hombre Murciélago. En ese momento, Uslan está obsesionado con los ocho números realizados por Engleheart, Rogers y Austin (muchos consideran esta etapa como el Batman Definitivo), y a punto está de producir un film en 1979 con un guión basado en ellos. El proyecto fracasa, pero Uslan no ceja en su empeño, y consigue llevar a cabo su sueño en 1989.

Batman, dirigida por Tim Burton, es la primera gran obra cinematográfica del personaje. A pesar existir en ella muchos aspectos que fueron bastante criticados, y con razón, por su falta de fidelidad a los comics (Que el Joker fuera un mafioso, asesino en su juventud de los padres de Bruce Wayne, por ejemplo, no es una decisión muy acertada); hay que decir que sentó muchas de las bases visuales del personaje en el cine.

Fue la primera vez que se optó por cambiar el traje, de gris y azul, a totalmente negro. Un cambio que ha calado incluso en las películas de Christopher Nolan, a pesar de su intención de romper con todo. Pero si por algo será recordada esta cinta será por su Dirección de Arte, ganadora de un Oscar, y por la música de Danny Elfman. Tendrían que pasar casi veinte años, con la salida de The Dark Knight, hasta que Hans Zimmer y James Newton Howard crearan un Score digno de compararse a los que Elfman hizo en las dos obras de Tim Burton.

La historia de Anton Furst, el Director de Arte que dio vida a la inolvidable Gotham City de este film, es mucho más triste. Tim Burton decidió no contar con él para la secuela de la cinta, Batman Returns. El pobre Furst sufrió una grave depresión y acabó suicidándose.

En el elenco actoral estuvieron Michael Keaton, llenando de personalidad al protagonista (a pesar de las voces contrarias a que él lo encarnara), Kim Bassinger en el papel de Vicky Vale (y a la que NINGUNA actriz ha hecho sombra en los filmes posteriores de ninguna de las dos sagas), o Jack Nicholson creando una inolvidable versión de El Joker.

Personalmente, he de declarar un amor descontrolado por esta obra, que vi en su estreno, y es la primera película que tengo consciencia de haber visionado en una sala de cine (había ido mucho antes, a ver ET, pero era tan pequeño que no lo recuerdo). Aún se me ponen los pelos de punta viendo esos emocionantes créditos iniciales. En la escena inmediatamente posterior, aparece Batman por primera vez, y agarra de la pechera a un ladronzuelo. También me agarró a mí, en nombre del cine, y no me ha soltado jamás.
El traje negro de Batman (1989)
sentó precedente para el resto de
la filmografía del murciélago.

Años después, y como era de esperar, estrenaron la secuela de la película, titulada Batman Returns. En ella repetiría Michael Keaton como Señor de la Noche, y Tim Burton como director, amén de Danny Elfman como compositor de la Banda Sonora.

La mayor crítica que se le puede hacer a Batman Returns, es que, a pesar de ser la más oscura de las películas del murciélago, le sucede casi lo mismo que al filme rodado en 1966: No es una historia de Batman. Es decir, sale él, y salen, gloriosamente caracterizados, personajes como El Pingüino (impresionante Danny De Vito) o Catwoman (todo lo que pueda decir sobre Michelle Pfeiffer en traje de látex serán burradas, burradas, y más burradas); pero no es una historia de Batman. Es una genialidad terrorífica y negra como el carbón, muy en la línea de lo que haría Burton años después con Sweeney Todd, pero no es una historia de Batman. Tiene una secuencia maravillosa (que parece ser, homenajearán en The Dark Knight Rises), en la que Bruce Wayne y Selina Kyle descubren, tras besarse, que son Batman y Catwoman, y que acto seguido tendrán que salir a la calle a pelearse... Pero no es una historia de Batman.

Ahora, si Batman Returns no es una película del Hombre Murciélago, menos aún lo son Batman Forever, o Batman y Robin, ambas dirigidas por Joel Schumacher. No perderé mucho el tiempo con ellas. Son cintas, sobre todo la primera de ellas, muy entretenidas, con mucha acción, y con un incontestable poder visual (basado, sobre todo, en la Dirección de Arte, y el vestuario). Pero suponen casi una vuelta a los años de la serie de televisión, con una diferencia: No pretenden hacer comedia absurda, pero tienen escenas tan burdas o más que el film de 1966. Ni George Clooney, ni Val Kilmer están a la altura de Michael Keaton, y los personajes femeninos no aportan nada. De Robin con un piercing y pezones marcados, mejor no hablamos.


3. A la tercera va la vencida (La Trilogía del Caballero Oscuro).

Justo cuando explotaban en el aire todo tipo de rumores sobre proyectos batmanianos, a cual más estrambótico (Superman vs Batman era uno de ellos, no digo más), o cuando se hablaba de una última entrega dirigida por Schumacher, llamada Batman Triumphant (uff...), surgió Christopher Nolan para poner las cosas en su sitio.

Nolan se unió a David S. Goyer, que tenía cierta experiencia en adaptar comics a la gran pantalla, y juntos escribieron el guión de Batman Begins. Christian Bale fue elegido como nuevo Bruce Wayne/Batman, y se decidió que esta película rompería con todas las anteriores. Sería como una especie de revisión del personaje, empezando por sus orígenes, nunca narrados en cine.

Muchos se llenan la boca diciendo que el Batman de Nolan bebe directamente de la aproximación que hicieron Frank Miller y David Mazzuchelli en Batman: Año Uno. La obra de Miller está bastante presente en el filme, pero si quieren conocer cuál fue la influencia capital de Nolan para afrontar esta nueva película, busquen la historieta "El Hombre que Cae", realizada a finales de los años 80 por dos viejos conocidos: Denny O´neil y Dick Giordano. En las 16 páginas que componen la historia, se narra el origen de Batman, desde que asesinan a sus padres, hasta que viste el manto, pasando por su preparación física y mental, amén de la irrupción del murciélago que se convierte en su razón de ser.

Lo emocionante del surgimiento de este proyecto, fue visionar por fin una versión fílmica de Batman digna de los comics. Nolan fue bastante fiel a lo que los fans conocíamos del personaje, haciendo pequeños cambios, normales en una adaptación, pero que no clamaban al cielo, como ocurría en la antigua saga. Muchos llaman a la serie iniciada con este film, "la saga realista" de Batman.

Consiguió darle al personaje un aspecto que justificaba, al mismo tiempo, su estatus de héroe de cómic, y de persona de carne y hueso. De hecho, el actor Christian Bale se enfunda el traje más sencillo y fácil de llevar de todos los que vistieron el manto del murciélago en el cine. Aún recuerdo a Michael Keaton teniendo que girarse 360 grados para poder ver a quién tenía detrás. Ese aspecto fue historia con esta nueva trilogía. Les parecerá una tontería, pero cuando se trata de un personaje cuya fuerza reside en gran parte en sus capacidades atléticas, el hecho de que no se vean en pantalla hace que éste se resienta.

Además, Nolan y Goyer le dieron a los villanos de la historia (Ras Al Ghul, y Espantapájaros, mención aparte de Rupert Thorne, o la testimonial presencia de Victor Zsasz) un leitmotiv realista. Esto era vital porque, aunque los villanos surgidos de las páginas de Detective Comics y Batman (Las series del murciélago), son posiblemente la mayor y mejor galería de malvados vista en el noveno arte, siempre perdían fuelle al ser trasladados a la gran pantalla. De hecho, en la mayor parte de las películas de super héroes cometían el mismo error: Pretender extrapolar literalmente lo que había en las páginas del cómic, a la imagen real. Esos intentos se quedaban siempre en una simple caricatura del personaje, un blanco fácil para las burlas del espectador sobre lo ridículo del disfraz que llevaba el malo en cuestión, o sobre la estupidez de sus actos.

Para empezar, Nolan evita la tentación de disfrazar al doctor Jonathan Crane de Espantapájaros. Ese disfraz, que en los comics resulta visualmente acertado, pues el ojo del lector sabe que se encuentra en un mundo compuesto por tinta y color, en imagen real hubiera quedado ridículo. Por tanto, en la historia de Batman Begins, Crane se pone la máscara de Espantapájaros para protegerse del gas que lanza a sus enemigos, y acto seguido asustarles con su nuevo rostro. Esta forma de hacer veraces a los antagonistas, hace que los espectadores tomen más en serio el peligro que estos representan para el protagonista.

Sucede lo mismo con Ras Al Ghul, aunque para mí el punto negativo de la película se encuentra precisamente en este personaje. He de decir que quizá soy demasiado susceptible con el tema, puesto que Ras es, de toda la fauna criminal que puebla las páginas del Detective enmascarado, mi espécimen favorito. Me molestó en un momento dado el anuncio de que iba a ser Ken Watanabe quien lo encarnara, porque era un actor que estaba de moda en las producciones de Hollywood del momento, y me daba rabia el hecho de que, a lo mejor, le habían escogido por eso. Sí, Ras era oriental en los comics. "Pero no oriental de japón, hombre de Dios" pensé, "es de oriente medio, cojones". Mi indignación se hizo superior al ver la unidimensionalidad que le estaban dando a los minutos que Watanabe salía en pantalla. "¿Cómo cojones os atrevéis a hacer esto con el villano más tridimensional, junto con Dos Caras, de todos los que tiene el Señor de la Noche?".

Pero resultó ser que, en realidad, Remy Ducard (Interpretado por Liam Neeson), era Ras Al Ghul. Una licencia de adaptación que se tomaron Nolan y Goyer. A ver, me gustó que, repentinamente, gozara de esa profundidad que temí no fuera a ver. Pero me molestó que decidieran no hacer de él un personaje Oriental, porque Ras lo era, y en mi modesta opinión, no se puede entender la naturaleza de este ser ficticio en concreto sin su orientalidad. Es decir, estamos hablando de un hombre que, en los comics, ha vivido durante siglos, y cuya forma de ser aún bebe de la época a la que pertenece: La de la Edad Media árabe. Es decir, tiene unos códigos morales muy marcados, totalmente anacrónicos, que le hacen ser alguien entrañable, a la vez que temido.

Está claro: Si decidieron que Ras no fuera oriental, se debió a una mera cuestión de corrección política, dado que en 2005 aún estaba candente el conflicto entre EEUU y varios países de Oriente Medio. Un personaje Árabe, y además terrorista, se antojaba como una fórmula demasiado peligrosa para mostrar ante los censores morales que lamentablemente abundan por el mundo.

De todas formas, y aunque pienso que en la versión de Nolan y Neeson sobre La Cabeza del Demonio, éste pierde cierto carisma del que sí gozaba en el papel, su espíritu está ahí, y está bastante bien adaptado al cine.

Aparte de estos aspectos, el filme hace gala de unas interpretaciones (desde el personaje más importante hasta el más anecdótico) maravillosas, a destacar los roles de auténticos super clase como Michael Caine, Gary Oldman, Tom Wilkinson y Morgan Freeman, pero sobre todo la espectacular creación de Cillian Murphy para el personaje del Espantapájaros. En los momentos en los que no tiene la máscara, el actor alcanza unos picos interpretativos estelares.

Por lo demás, me quedo con todas las escenas super heroicas que contiene el film. Lo verdaderamente emocionante para mí es este aspecto, porque hasta entonces, nunca se habían visto secuencias de acción tan dinámicas, en las que el murciélago mostrase todo su potencial físico, y sus ilimitados recursos para escapar de cualquier situación complicada. Las imágenes de Batman saltando de un tejado, golpeando a los criminales, interrogando a un policía corrupto bajo la lluvia, con el Batmóvil esquivando coches, o sobre todo aquella secuencia en la que escapa del asedio de la policía gracias a sus aliados los murciélagos... Todas ellas se quedan grabadas a fuego en la retina. Como en cualquier gran película que se precie.

Nolan logra hacer la mejor incursión cinematográfica de Batman... Hasta que, en 2008, se estrenó The Dark Knight.

No deja de ser irónico que se titule así (El Caballero Oscuro), siendo una cinta que apuesta decididamente por la luz. Frente a la oscuridad imperante en Batman Begins, T.D.K. se inicia con una visión diurna de Gotham. De eso trata la historia, de cómo el día se corrompe por culpa de la noche. De cómo la propia naturaleza de los seres humanos termina siendo siempre contaminada por nuestros intereses, propios o ajenos (ya sean buenos o malos). Nolan, esta vez acompañado en el guión por su hermano Jonathan (aunque Goyer tuvo que ver con la historia), plantea un juego pocas veces visto en el cine de Hollywood en general, y en el de superhéroes en particular. En estos estamentos de la industria claramente mainstream, sus personajes se dividen en dos frentes opuestos: El bien y el mal. El bien es puro, y el mal es impuro

T.D.K. transforma esta idea, gracias a Batman y los dos villanos que surgen en esta secuela: El Joker y Dos Caras. El Bien y el Mal vienen definidos con dos matices: El Blanco, representado por Harvey Dent (Aaron Eckhart), y el Oscuro, abanderado por Batman. Pero dentro de la claridad manifiesta de Dent, y de la oscuridad más tenebrosa del Hombre Murciélago, se divisan varias tonalidades, que confunden a ambos personajes y les hace confluír en un ambiguo grado de color. El Claroscuro.

Dent lucha contra el crimen desde el lado de la justicia, y Batman lo hace desde el extremo más forajido. Pero el Caballero Oscuro trabaja para ayudar a que se cumpla la ley, mientras que el Caballero Blanco no duda en saltársela cuando necesita solucionar el caso que le ocupa desesperadamente. Ésa es la razón por la que ambos son amigos, porque se complementan a la perfeccción.

Sin embargo, lo verdaderamente interesante del nuevo juego que plantea Nolan, es que la fuerza más pura de las tres que chocan en este filme no es ninguna de las que luchan por el Bien. Sino la que lucha por el mal, o mejor dicho... Por el Caos. El Joker interpretado por Heath Ledger es uno de los mejores villanos que se han creado nunca. Porque es puro. Es un personaje que adquiere una gran tridimensionalidad, precisamente por su aplastante unidimensionalidad. No hay en él una escala cromática de colores, no hay una evolución clara (como la hay, por ejemplo, en Harvey Dent, que termina convirtiéndose en Dos Caras). No se sabe quién es, ni de donde viene, ni por qué actúa de la manera que lo hace. En las dos ocasiones en las que explica cómo se hizo las cicatrices de la boca (el típico reducto del pasado, utilizado hasta la saciedad en Hollywood para definir el leitmotiv de los malvados), cuenta versiones diferentes, posiblemente falsas. Y eso lo hace simplemente... Complejo.

El Joker se empeña en mostrarnos que la pureza (y la verdadera justicia) de los seres humanos está en el Caos. Pero lo que realmente convierte esta película en una obra maestra, es que lo puro se ve siempre derrotado por lo corrupto... Y no necesariamente se trata de algo negativo.

En una de las secuencias finales, Joker coloca dos bombas en sendos barcos. Uno está lleno de civiles, y el otro de presos. Cada uno tiene un detonador, que puede hacer explotar el barco opuesto. Los civiles tienen la vida de los presos en sus manos, y viceversa. El príncipe de los Payasos está seguro de lo que va a suceder: Uno de los dos estamentos sociales hará destruir al otro, el que primero se decida a pulsar el botón. O, con suerte, los dos a la vez. Pero el plan de Joker fracasa en el instante en que la naturaleza de los seres humanos se corrompe. Lo normal, en un animal ansioso por sobrevivir como es el hombre, es que acabaran matándose los unos a los otros. Pero los pasajeros de ambos barcos acaban decidiendo no hacer uso del detonador. Su naturaleza animal, pura e irracionalmente ávida de supervivencia, se ve corrompida por su conducta racional, la que les indica a estas personas que lo que están a punto de hacer es inmoral.

En líneas generales, hay tres cosas que se podrían destacar de este film: El Joker, El Joker, y El Joker. No, en serio, hay muchos más aspectos excelentes en T.D.K., pero siempre halla sus más altas cotas de genialidad cuando el excéntrico villano entra en escena. Heath Ledger compone una de las interpretaciones más icónicas de la Historia del Cine, una lección maestra de cómo se aborda un personaje. Es capaz de manejar los registros faciales más histriónicos, para reducirlos al más contenido de los gestos; de orientar la voz a su capacidad más aguda, para luego despejarla a los extremos más graves. Y todo ello en milésimas de segundo. Un compendio de técnica actoral combinada con grandes dosis de poderío expresivo. Todo ello regado con un vestuario, un maquillaje (¡Esas cicatrices! ¡qué gran idea!), y peluquería excelsos. Acentuado, además, por una banda sonora de leyenda (a la que volveremos más tarde). Un regalo al cine.

Eso sí, un regalo envenenado. Un arma de doble filo, que consigue elevar la película a cotas estelares en cada una de las secuencias donde se muestra, pero cuyo vigor hace que tiemblen los cimientos del resto de metraje. Es como (permítanme la comparación) ese jugador de baloncesto que anota cuarenta puntos por partido, pero acapara todos los balones en ataque, impidiendo que otros compañeros colaboren en labores anotadoras. Los cuarenta puntos del jugador en cuestión harán que su equipo gane el partido, pero eso no ocultará sus limitaciones como grupo.

En T.D.K. sucede esto. La escenas del príncipe de los payasos son tan poderosas, que el resto del metraje se resiente. Esto es particularmente flagrante cuando hablamos de aquellas secuencias en las que se desarrolla el personaje de Harvey Dent, hasta que se convierte en Dos Caras. Este villano se merecía más, y el problema de que no destaque en su plenitud no es por culpa de que su trama esté mal construida. Todo lo contrario. Se trata de que si pones a dos gallos a pelear en un corral, o bien mueren los dos, o bien vive uno solo. Dos Caras y Joker son dos auténticos gallos dentro de la mitología del Hombre Murciélago, rara vez coincidentes. En este caso concreto que sí lo hacen, gana El Joker. Y ciertamente, Harvey Dent se merecía una entrega en la que fuera el villano principal.

Dos Caras sufrió las consecuencias de un Joker descomunal
Así y todo, The Dark Knight es una cinta que gana con cada visionado. Al principio se hace extraña, dado que parece estar a punto de terminar en un momento muy determinado (Cuando el Joker da a elegir a Batman entre salvar a Dent, o a Rachel Dawes), y de repente, continúa durante una hora más. Luego se acaba agradeciendo. En un primer visionado, el espectador puede llegar a sentir cierta molestia por esto, pero cuando le das otra oportunidad, se comienzan a apreciar matices en la trama que hacen ésta mucho más llevadera. Es algo que, generalmente, sucede con todo el cine de Christopher Nolan. Su ritmo es tan endiablado, y su afán intelectual es tan grande, que el espectador no tiene potestad para pestañear, si quiere entender lo que está pasando ante sus ojos. Origen es un claro ejemplo de esto, y The Prestige también. Pero cuando visionas por segunda vez estos filmes, empiezan a desgranarse cosas que son difícilmente perceptibles con un primer visionado.

Aparte de eso, destacar una vez más el rol de los secundarios de lujo (los Oldman, Caine y Freeman), e incluso de los extra secundarios (se me viene a la cabeza el Mafioso Ruso, o el tipo que va de copiloto en el camión que transporta a Dent); el poder visual de todos y cada uno de los planos de la cinta (algo que le debemos, en gran parte, al extraordinario Director de Fotografía Wally Pfister, habitual de Nolan), y sobre todo, sobre todo, sobre todo, la música compuesta por Hans Zimmer y James Newton Howard.

Como dije antes, éste fue el primer Score comparable con el realizado por Danny Elfman en Batman (1989). El corte Why so serious?, escrito y producido para las escenas de El Joker, es una pieza de museo. La emoción, el terror que nos provoca la presencia del excéntrico villano, se la debemos en gran parte a ese crescendo de guitarra, que no cede hasta que llega la fatalidad de los actos del Joker. El resto de la banda sonora no le va a la zaga, y profundiza en lo ya realizado en Batman Begins, consiguiendo una obra redonda.

En líneas generales, el punto flaco de los dos primeros filmes de la trilogía de Nolan, se encuentra en los personajes femeninos. Bueno, en el personaje femenino: Rachel Dawes. Ni Katie Holmes, ni Maggie Gyllenhal consiguen que el personaje salga a flote, lo que me hace pensar que se trata más bien de problemas de guión. Confío en que The Dark Knight Rises solucione este hecho, con dos actrices de sobrado carisma como Anne Hathaway, y Marion Cotillard, que además, y por primera vez, parecen estar en el extremo opuesto al Murciélago.

Tengo muchas esperanzas puestas en The Dark Knight Rises. Aparte del más que posible regreso de Ras Al Ghul a la saga, me hace ilusión que sea Bane (Tom Hardy) el último villano de la trilogía, quizá porque leí la saga de comics en las que aparecía por primera vez, Knightfall. Lo hice con adolescente ilusión, ya que se trataba de unos capítulos que iban a cambiar el status quo del Señor de la Noche. En su momento, me llevé una pequeña decepción, porque la saga no terminó como me hubiera gustado (le pasó lo mismo a muchos lectores). Ya les hablaré de esto una vez visione el filme.

Pero lo cierto es que confío en Nolan para darle la dignidad que merece a este Villano, y que esta maravillosa trilogía termine por todo lo alto.



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