viernes, 12 de octubre de 2018

CARTA ABIERTA A AMARO PARGO.

O de por qué me he desvinculado de la película que dirigí sobre el célebre corsario. 

Estimado Amaro Pargo:

Permíteme que te llame por tu nombre de guerra. Creo que a estas alturas tenemos un cierto grado de confianza. Antes que nada, déjame advertirte que esta carta va a ser larga. Son muchas las cosas que tengo que explicarte.

Durante este último año, son varias las ocasiones en las que he querido escribir algo referido a mis desventuras durante la realización de la película que dirigí sobre ti, pero siempre me retractaba, porque no quería hacerlo desde la rabia. Hoy escribo desde la resiliencia, aunque no sin la lástima que siempre evoca decirle adiós a algo o a alguien. Hoy además, te escribo directamente a ti, sin intermediarios, como tú hacías con tus negocios, allende los mares.

¡Qué irónica es la vida! Todos estos años te acusaron de ser un pirata, y justo cuando sale una película que demuestra lo que en realidad fuiste (un corsario legitimado por el Rey, un empresario con “derecho a roce”), llegan dos piratas y se apropian de dicha película.

Créeme que cuando descubrí lo que estos dos personajes estaban tramando, luché con todas mis fuerzas para evitarlo. Pero he de serte honesto, yo firmé los términos del contrato del que ahora se están aprovechando. No te lo tomes a mal, pero siempre consideré tu película un encargo. Sí, puse todo de mi parte, con los recursos que tuve en mi mano, para que el resultado fuera el mejor posible. No podría mirarme al espejo de no ser así. Creo que hay cosas que pude hacer mejor, y cosas de las que estoy realmente orgulloso. Pero, aunque es difícil decirlo (habiendo hecho sólo dos documentales largos), la realidad es que, teniendo en cuenta el tono del trabajo que vino antes de este proyecto (“Héroes Modernos”), y de la obra que ya estoy rodando actualmente (cuyas siglas son A.D.J.A.A.), y aún habiendo posibles coincidencias reseñables; lo más probable es que tu película sea una rara avis dentro de mi aún incipiente filmografía.

Influye también el hecho de que llegué al proyecto como medida de emergencia, dado que cuando me contrataron faltaban sólo 6 meses para la fecha de entrega establecida por Radio Televisión Canaria, según lo estipulado en el contrato de pre-compra que ya habían firmado. Enviar el proyecto en fecha era vital para cobrar el dinero subyacente de ese contrato. El anterior director había visto ya a los piratas desenvainar el sable, y prefirió apartarse para que no le degollaran (aunque esa no fue la versión que me trasladaron a mí). Qué pena que no nos conociéramos durante el proceso de transición, porque hablando con él recientemente, no me cabe duda de que me hubiera advertido de no embarcar en esa nave. También hubiera agradecido entonces que, en este gremio Canario en el que tantos y tantos gustan de vomitar porquería sobre otros compañeros, como hidalgos de la pulcritud del cine patrio, hubieran puesto en marcha sus entrenadas lenguas para advertir públicamente de determinadas cosas que ya se sabían sobre uno de los dos piratas de los que te hablo. Pero eso, querido Amaro, nunca sucedió. Es muy fácil patear a un compañero director (al fin y al cabo, somos los “últimos monos” del gremio), pero para criticar a alguien que en un futuro puede contratarte, no sólo basta con tener la lengua entrenada. Para eso hace falta tener bemoles.

No te lo tomes a mal, no me arrepiento de Estructurar, editar, postproducir, musicalizar y dirigir tu película. Fue algo que hice con todo el cariño del mundo. Es más, gracias a ti trabajé con gente que merece mucho la pena, y conocí a La Siervita, que hoy en día considero uno de los personajes más reseñables de la Historia de Canarias. Sin embargo, de haber sabido que la cosa acabaría así, me habría ahorrado el esfuerzo para invertirlo en otros proyectos mucho más personales.

Sólo me gustaría aprovechar el momento, si me lo permites, para desmentir algunos aspectos que he visto publicados a lo largo de estos meses en algunos medios del archipiélago que, o bien me ningunean como cineasta, o bien no me dejan en buen lugar, y que son rigurosamente incorrectos, cuando no directamente invenciones. Vamos al grano:

1. AUTORÍA DEL GUIÓN.

No es correcto que el Investigador (o documentalista, o por qué no decirlo, el productor real) sea el guionista de esta película. En un principio, cuando aún estaba en el proyecto su director original, iba a ser un docudrama, o falso documental, e iba a estar escrito por el propio director y por el investigador. Esto se descartó enseguida en la primera reunión que yo tuve con el investigador (que, como dije, a su vez era productor) cuando me contrató. Fue una de las condiciones que puse para aceptar el proyecto. En primer lugar, porque no me apetecía trabajar ese formato, y en segundo lugar (pero no por ello menos importante), porque consideraba que esto era una opción personal del anterior director, y (llámenme maniático) sentía que no era correcto por mi parte “mancillar” una idea que era suya, escribiendo un guión distinto.

NUNCA HUBO UN GUIÓN EN ESTA PIEZA. El Investigador no sabía cómo se escribían los guiones de documentales. Esto no lo digo por maldad, aunque me lleve mal con él, es una simple realidad. Él hizo muchas cosas muy bien, pero esta no fue una de ellas. Le pedí varias veces que me hiciera una escaleta (lo que viene siendo de facto un guión en un documental, dado que ni los diálogos ni las escenas están escritas de antemano, sino que las capta la cámara en vivo)... Hasta que comprendí que simple y llanamente, no sabía hacerlo. Tenía programadas unas entrevistas a determinados expertos, y una serie de preguntas que quería hacerles a dichos entrevistados. Sí, podría considerarse eso como parte argumental de la historia. Pero el guión, o lo que viene siendo la estructura, el esqueleto de la historia, se construyó única y exclusivamente en el montaje, que realicé yo, con ayuda de Ado Santana.

Además, el único elemento literario que utilizamos, es un extracto del Libro La Leyenda de Amaro Pargo, de Pompeyo Reina. Así que tampoco se puede considerar al investigador como autor literario de la cinta. Por cierto, esto fue la única idea que “robé” del anterior director, porque me pareció una forma original de dar continuidad a la historia.

Y, perdóname que me ponga la chapa, pero la decisión más importante a nivel de narrativa, también la tomé yo. En un principio, estaba establecido que íbamos a grabar una escena recreando el momento en el que el pintor José Rodríguez de la Oliva realizaba un retrato sobre ti (que hoy se encuentra desaparecido). Esta escena estaba planificada (y negociada) desde antes que yo llegara, pero iba a ocupar un espacio pequeño en el metraje. Sin embargo al analizarla, me pareció buena idea convertirla en el núcleo central de la trama.

Fue ahí, de hecho, cuando decidí que la premisa del filme no iba a ser exactamente desmantelar los mitos sobre ti, sino que directamente íbamos a tratar el enfrentamiento entre realidad y leyenda, con el que siempre tiene que lidiar una figura histórica, como lo eres tú.

La leyenda, aunque en un principio iban a ser escenas de imagen real, acabó siendo representada por las ilustraciones de un dibujante profesional (no quiero nombrar a nadie del equipo para no meterles en un asunto personal), que fueron posteriormente animadas por mí en el programa after effects. Y la realidad estaba representada por ese retrato pictórico, que iba construyéndose, fase a fase (boceto, coloreado, etc.), hasta que, el final de la cinta, por fin, teníamos un retrato completo de tu figura. Para mí, tu película siempre trató de eso, de profundizar en tu historia hasta dar con una representación realista de tu persona. Pero como travesura final (SPOILER), decidí enlazar en montaje ese plano de tu retrato pictórico, con la ilustración final que había creado nuestro dibujante, en el que se te veía con ese porte de corsario temible de novela de aventuras (FIN DEL SPOILER). De ese modo dejaba claro que, en tu caso, realidad y leyenda, nunca dejarían de enfrentarse, y que era decisión del propio espectador elegir con cual de las dos imágenes prefería recordarte. Cual de las dos imágenes iba a perdurar en el tiempo.

Esto iba claramente en contra de los intereses del Investigador, que ansiaba dar una imagen determinada sobre ti, como una especie de Steve Jobs lagunero. No te me ofendas hombre, sé que hiciste mucho bien por tu sociedad, pero siempre detesté el tono edulcorado que muchos han intentado mostrar sobre ti, aunque no me quedó más remedio que ser partícipe de ello (insisto, tu proyecto fue un encargo de última hora, y tuve que trabajar con los mimbres que había a mi disposición). De verdad, no entiendo qué hay de malo en hablar de las caras oscuras de una persona, y más si es un personaje histórico. No puede existir la Luz sin las Sombras, aunque cada vez parezcamos entenderlo menos en esta sociedad tecno-puritana en la que vivimos.

Terminando con este tema, si te fijas en los créditos iniciales (a no ser que los hayan cambiado, cosa que, hasta donde llega mi información, no ha sucedido), NO EXISTE EL CRÉDITO DE GUIÓN. Sólo se lee el de ESTRUCTURA, firmada por un servidor y por el documentalista. Lo indiqué así para reconocer el trabajo que ambos habíamos hecho para hacer funcionar la trama, sin faltar a la verdad.

2. CONFLICTOS Y SUPUESTOS GASTOS ADICIONALES.

El otro personaje en discordia, el Productor de la película, concedió una entrevista a Alegando Magazine (con quienes no tengo ningún problema, y de hecho han sido de los pocos medios que han reconocido mi autoría en la pieza). Cuando se le pregunta por los momentos más complicados durante el proceso de realización, responde esto: “(...) hubo conflictos entre el investigador y el director. Tuve que mediar para que la integridad final del filme no se viera afectada, tomando una serie de decisiones acordadas con el director que hicieron que el filme tuviera el nivel de calidad actual que posee. Dichas decisiones evidentemente tuvieron su repercusión en un aumento de los gastos de la producción, pero todo se hizo en aras de poder cumplir con los compromisos que había establecido como productor”.

Vamos, que según él, por culpa de una trifulca entre el investigador y yo, la película se encareció. Vamos por partes.

Es cierto que hubo un conflicto entre el investigador y yo. Fue un conflicto creativo, durante la fase final del proceso de Postproducción. Creo que todos en el equipo saben que tuve un talante bastante colaborativo durante todos los procesos de realización. Pero en este caso concreto, aunque acepté de buen grado algunas de sus sugerencias, consideré que ni la actitud del investigador era razonable con respecto a determinadas exigencias (quería cortar frases de entrevistados que no decían lo que a él le interesaba que dijeran, o en el peor de los casos, ordenar las palabras de estos como si estuviera editando una declaración escrita para un periódico…); ni mucho menos el momento adecuado para hacerlas (cuatro días después de una reunión donde, supuestamente, ya habíamos aclarado todo lo que necesitaba corregirse). Así que impuse mi criterio como director. No había en mi contrato nada que me supeditara a su criterio de productor-investigador, por lo que no tuvo más remedio que aceptarlo, aunque luego se vengó de la forma más ruin posible, escribiendo una nota de prensa en la que se me mencionaba vagamente como un técnico más del equipo, y no como uno de los autores principales de la obra.

También es cierto que el productor tuvo una actitud conciliadora, pero es FALSO que tuviera “que mediar para que la integridad final del filme no se viera afectada”, o que tomara ninguna decisión creativa que ayudara a que la película tuviera “el nivel de calidad que actualmente posee”. La decisión ya estaba tomada por mí, con todas las consecuencias que acarreó después.

Particularmente flagrante es el fragmento que dice: “Dichas decisiones evidentemente tuvieron su repercusión en un aumento de los gastos de la producción, pero todo se hizo en aras de poder cumplir con los compromisos que había establecido como productor”. Esto es RADICALMENTE FALSO. No hubo gastos de producción extra debidos al conflicto entre Investigador y Director. En ese instante, ya la película estaba casi completamente editada (incluso con la música insertada, ya que yo personalmente suelo terminarla antes de empezar a editar). Sólo faltaba pulir ciertos aspectos, añadir la rotulación típica de las obras documentales (nombres de entrevistados y oficios, etc), que el director de Fotografía corrigiera el color, y que el Sonidista masterizara la pieza (procedimientos que, como sabe la gente del gremio, se realizan al final, cuando ya no se va a tocar nada del montaje final).

De hecho, querido Amaro, analizándolo detenidamente, no hubo gastos extras en la producción, aunque el productor erróneamente se referirá a un determinado momento que sucedió meses antes del conflicto y que voy a relatarte enseguida:

En un principio, ellos habían acordado con un actor amateur interpretar las partes legendarias de tu vida (esto fue un año antes de mi contratación). Dicho actor se ganaba (y se gana, creo) un dinero extra haciendo guías teatralizadas para turistas que acuden a los viñedos de Tegueste que en su día te pertenecieron. Contratar a dicho actor les resultaba muy conveniente, porque poseía su propio atrezzo y vestuario, que él mismo había desarrollado, tras años de “representarte”, y además, iba a ser uno de los entrevistados, así que prácticamente teníamos un tres por uno. Pero la cosa ya desde que llegué no pintaba muy idílica. Por más que quise contactar con este actor antes del rodaje, resultó imposible (lo cual, ya de por sí, no me gustó nada, pero estábamos a contrarreloj, así que tuve que apechugar con ello).

El caso es que, cuando por fin pude ver el vestuario poco realista que él poseía, y su forma de “interpretarte”, además de una actitud que no consideré adecuada (una vez que intenté hacer mi trabajo, es decir, dirigirle; y que él hiciera caso omiso de mis indicaciones), decidí que no estaba interesado en que su trabajo apareciese en la película. No tengo ningún problema con el personaje que él mismo se había construido para representarte, y que tenga ansias de publicitarlo en un documental, pero me corresponde a mí como director decidir si estoy dispuesto a permitirlo. Y en este caso concreto consideraba que rompía totalmente con el tono de lo que estábamos haciendo, gracias al excepcional trabajo de todo el equipo, así que opté por prescindir de su intervención actoral. Ojo, no digo que su labor como actor sea mala. Simplemente digo que no casaba con el tono realista con el que estábamos tratando tu persona.

Pero, en cambio, sí estaba muy contento con su entrevista (negociada antes de mi llegada, por cierto), dada su locuacidad, y su particular punto de vista, más ligado al saber popular que a la docencia (lo cual le daba una nota de color al conjunto, porque ya teníamos varios expertos sesudos en el reparto de entrevistados). Así que, aunque prescindí de su esfuerzo interpretativo, quise contar con él en su condición de divulgador de tu figura.

Reconozco que no vi venir el problema. Resulta que el productor y el investigador habían acordado pagarle una cantidad de dinero determinada, por un día de trabajo. Una vez que le dijeron que no íbamos a rodar sus escenas, el Actor se negó a que su entrevista apareciera en el montaje final si no le pagaban el dinero acordado. Para colmo, el productor traspapeló el documento que dicho actor había firmado, en el que cedía sus derechos de imagen para la entrevista.

En ese instante, me las estaba viendo muy apuradas para hacer de aquel metraje que teníamos, un largo documental de 52 minutos (tal como pedía RTVC). Las entrevistas eran parte crucial del contenido con el que estaba estructurando la historia. Así que fui expeditivo: “No me voy a quedar sin diez minutos de material por culpa de no hayáis hecho el trabajo de producción correcto. Pagadle lo que hayáis acordado”. No fue una decisión fácil, porque incluso a mí me parecía un precio alto (aún aunque se hubiera dado el caso de que hubiéramos rodados sus escenas). Y, de hecho, estaba realmente cabreado. Durante meses les vi racanear hasta el último céntimo, no sólo a mí, sino a varios miembros del equipo. No voy a entrar en detalles escabrosos, pero yo particularmente había vivido una situación muy dantesca relacionada con la ansia de ahorrarse el tener que pagarme un hospedaje en La Laguna (localización central) durante los días de rodaje (tal como habíamos acordado previamente). Así que me producía especial estupor que hubieran negociado pagar una cantidad tan elevada a un actor no profesional, cuando un buen amigo mío (y uno de los mejores actores de Canarias) cobraba mucho menos por día trabajado en una serie con bastante más presupuesto que nuestra cinta. Pero más estupor me producía que por esta chafalmejada fuera a perder bastantes minutos de metraje, faltando menos de 3 meses para la entrega. Así que me planté, y el productor pagó el montante negociado. Luego supe que el Investigador realmente me odió por esto.

Por tanto, técnicamente no hubo ningún gasto extra en este instante, dado que ese dinero ya estaba presupuestado.

Surgía entonces otro problema. Había que recrear tus escenas legendarias, pero cada vez se veía más evidente que iba a ser muy complicado hacerlo en imagen real con el presupuesto que teníamos, sin romper el tono del conjunto. Yo había pensado hacerlas con animación, pero también se nos iba de presupuesto. El último día de rodaje, El director de Fotografía y la Ayudante de Producción me comentaron que tenían un amigo dibujante/ ilustrador que sería muy adecuado para recrear esas escenas. Me enseñaron su página de ilustrador en facebook, y la verdad que me gustó mucho su trabajo. Empecé a darle vueltas y pensé que quizá podría encargarle unas cuantas ilustraciones, en las que se reflejaran algunas de esas leyendas, que luego yo animaría sutilmente en After Effects.

Este ilustrador (antes me referí a él como el Dibujante) cobró muy, muy, muy por debajo de su caché habitual, como favor a sus amigos. Sí, la cantidad que se le pagó podría considerarse un gasto extra… De no ser por un pequeño detalle: Cuando yo entré en el proyecto, sólo iba a ocuparme de Editar y dirigir. Pero como llevo varios de mis largos y cortos encargándome también de la música, y estaba muy interesado en aportarle a la cinta un tono sonoro oscuro, que se iba haciendo más luminoso conforme la trama desvelaba cosas sobre ti, además de que me apetecía darle un cierto toque electrónico (en contraste con el clasicismo que suele verse en los documentales históricos); les propuse encargarme yo mismo de ella. Para que no pensaran que estaba intentando acaparar sueldos, les ofrecí algo de lo que me arrepiento (porque ya de por sí el dinero que tenían presupuestado no era gran cosa). En lugar de pagarme el montante total que ellos habían separado para la BSO, yo sólo les cobraría la mitad.

La cantidad que se ahorraron de pagarme a mí, fue la que utilizaron posteriormente para contratar al ilustrador (de hecho, el Investigador y yo le planteamos al productor esta posibilidad). Es decir, que el dinero que le pagaron al ilustrador, se lo habían ahorrado previamente con mi trabajo como músico. De modo que tampoco hubo gasto extra en este aspecto.

Es más, querido Amaro, hay algo que el productor omite deliberadamente, aunque esta gestión no la hizo él. Yo di parte de mi sueldo, con el propósito de tener más ilustraciones en el filme, dado que según ellos, ya habíamos tocado techo en el gasto de producción. Como, por encima de todo, quería hacer una buena película, propuse descontar una determinada cantidad de uno de mis pagos, y que fuera destinada al ilustrador/dibujante. Así se hizo, y pudimos contar con más ilustraciones. Si el investigador es honesto, reconocerá esta circunstancia.

Por tanto, no sólo no hubo gastos adicionales por mi culpa, sino que obtuvieron un superávit (mínimo, eso sí) de gasto.

OTRAS ACLARACIONES.

Déjame que te aclare algo, porque sé que el productor utilizará esto como argumento (ya lo hizo, hace tiempo).

Yo cobré correctamente todos mis emolumentos por hacer este trabajo, y además los cobré al día.

La secuencia de pago, condición sine qua non para aceptar el encargo, fue la siguiente: Una parte por adelantado; la segunda una vez rodado el proyecto; y la tercera y última, una vez que el proyecto fuera entregado a RTVC, que estos dieran el visto bueno al trabajo, y pagaran por él.

El resto del equipo negoció en su día no cobrar nada hasta que RTVC nos hubiera pagado por el trabajo. Quiero aclarar esto, porque seguramente el productor intente utilizar esta circunstancia en mi contra. El resto de técnicos del equipo trabajó sólo en el rodaje, que duró unos 13 días, repartidos en tres semanas si no recuerdo mal (a excepción del responsable de sonido, que estuvo dos semanas más trabajando en la masterización de sonido, y el director de fotografía, que hizo el etalonaje por puro amor a su trabajo, dado que no le pagaron un duro por ello).

Posiblemente, si esa fuera mi circunstancia, la de trabajar sólo esas jornadas de rodaje, no me importaría haber esperado a cobrar de RTVC, pero lo cierto es que no era así para nada. Como director y editor del proyecto tenía que estar desde finales de Enero hasta mediados de Julio, invirtiendo en él muchísimas horas porque, como te dije, estábamos a contrarreloj. Les hice saber a Productor e Investigador que si querían dedicación plena al proyecto, tenía que cobrar al día. Puedo permitirme el lujo de trabajar sin cobrar tres semanas. Pero no puedo permitirme el lujo de trabajar sin cobrar hasta dentro de 6 meses. Es así de simple. Y esto sí tengo que resaltarlo, el Investigador estuvo a tope con esta circunstancia desde el principio. Sé que a muchos les extrañará que tenga que justificar exigir mi salario al día, pero lamentablemente, no cobrar cuando se debe es una práctica habitual en el gremio del audiovisual.

Por cierto, Productor, deberías estar dándote con un canto en los dientes, porque mira que te salí barato. Yo he sido meritorio de dirección en rodajes donde se trabajaba menos y se cobraba lo mismo que yo gané por 6 meses, en dos semanas.

No te sulfures Amaro, ya sé que tu vena comercial ahora mismo está que trina. Te aseguro que otros productores no tendrán esa bicoca. Fíjate, abrirme los ojos con respecto a eso, sí se lo agradezco al productor.

HASTA LUEGO.

Una vez aclarado todo lo anterior, Llega el momento de concluir esta carta.

Perdóname que lo exprese de esta manera, estimado corsario, pero quiero darte carpetazo, o por usar un símil adecuado, tengo que quemar tus naves. Me encantaría ir a las proyecciones de tu película con orgullo, a hablar sobre lo mucho que me fascinas, con tus luces y tus sombras. Me encantaría estar ahí para hacerte justicia. Pero simplemente, no estoy en potestad de ello.

El productor y el investigador decidieron en su momento que iban a promocionar el estreno en RTVC sin contar conmigo (El productor, de hecho, lleva un año distribuyendo el filme sin invitarme a las proyecciones). No sólo no se conformaron con eso, sino que ambos se apropiaron de la autoría de la película. El investigador salió en una larga entrevista en el medio para el que habitualmente escribe (y uno de los que menos profesionalidad han demostrado con este asunto), atribuyéndose todos los méritos. El productor, por su parte, tuvo la ridícula iniciativa de añadir un infame crédito en el cartel promocional: “Una película de (nombre del productor)”.

Para que te hagas una idea de lo bochornoso que es esto, hay muchos directores de cine (auténticas estrellas algunos de ellos), que aún a pesar de escribir, dirigir y producir sus obras, no las tienen todas consigo a la hora de poner ese crédito. Y ojo, están en su derecho (dado que son quienes más tiempo se pasan al frente del desarrollo de una película), pero muchos lo dudan. Y este sujeto, que apenas fue dos días al rodaje, y cuya intervención más importante durante la postproducción fue ver dos versiones del montaje y asentir, no duda ni un instante en afirmar que la película es “suya”. Inenarrable, querido Amaro.

Por supuesto, no me quedé callado, y fui medio a medio denunciando la situación. Muchos de ellos demostraron bastante poca seriedad y rigurosidad, pero en general, los medios y periodistas serios de verdad subsanaron el error. Una persona responsable de RTVC (a quien tampoco quiero mencionar porque éste no es su conflicto), al enterarse de lo sucedido, movió cielo y tierra por ayudarme, y gracias a ella pude salir en “Buenos Días, Canarias” defendiendo cinematográficamente nuestra película. Le estaré eternamente agradecido.

Hace meses que me desmarqué del proyecto, cansado de tener que reivindicarme a cada momento. Por suerte, el tiempo va poniéndome poco a poco en el lugar que me corresponde. Pero durante este tiempo, la gente aún piensa que sigo ligado a tu película, y no paran de mandarme noticias sobre futuras proyecciones en las que no soy bienvenido, así que se me hacía necesario darle un cierre a todo este asunto. Además, sentía honestamente que no me había despedido de ti como debía.

Sé que muchos me acusarán de oportunista, dado que la carta llega el día en que la cinta se proyectará en el TEA. No me preocupa, porque seguramente muchos de los que me acusen de ello serán los mismos que se callaron como perras cuando supieron de la injusticia que se estaba cometiendo conmigo (en un gremio, como digo, con tantas lenguas desatadas). Es decir, es cuestionable ser un oportunista, pero es mucho más imperdonable ser un hipócrita. Además, ya estoy cansado de dar la callada por respuesta. Pero sí me gustaría indicar que la razón por la que lo hago ahora es porque, de alguna manera, me parece el broche perfecto, justo cuando la película se va a proyectar en el que considero uno de los templos del cine local.

Y lo cierto es que yo deseo que la gente vaya a ver la película al TEA, aunque un pirata se lleve la gloria por mí. Por un lado, como he indicado antes, soy un ferviente defensor del espacio, tanto por los muchos momentos bonitos que he vivido allí, como por el excelente trabajo que su director de programación realiza (y que se ha comportado como un señor en todo este asunto). De hecho, me preguntaron desde este organismo si quería participar en la proyección, invitación que decliné amablemente.

Por otro lado, ansío que el público vea el cariño que todo el equipo (a excepción de uno) dedicó para hacer tu película, Amaro. Creo honestamente que todos (menos uno) hicimos un trabajo muy digno, en unas condiciones nada adecuadas.

Sé que algunos se lo pensarán dos veces antes de trabajar conmigo, por estar haciendo público esto. Pero honestamente, si alguien piensa eso, es a mí a quien no me interesa trabajar con esa persona. Permíteme que me dirija a ellos un instante: Si te preocupa que esté haciendo esto público (aún después de haberlo razonado durante casi ocho páginas), es que tú no le harías ascos a tratar de la manera que he descrito antes a un compañero, así que te quiero lo más lejos posible de mi presencia.

En lo estrictamente cinematográfico, me quedo con la espina de no haber tenido más información sobre tu vida, y no poder esclarecer algo más que simplemente tus posesiones y tus enlaces familiares o dinásticos. También me queda pena de no haber profundizado en una circunstancia personal de la que estoy convencido, y que estoy seguro que nunca me hubieras negado que era cierta, si hubiera podido mirar correctamente a los ojos de tu figura, sin el filtro de gente interesada en dar una imagen de ti demasiado conservadora. Introduje esta convicción extra-sutilmente en dos de las imágenes del film, pero ni siquiera le conté mis intenciones a nadie del equipo, por lo que sólo los ojos más avispados podrán vislumbrar de qué hablo (aunque lo veo difícil).

No, no estoy hablando de ese rumor que te relacionaba carnalmente con La Siervita. No existen pruebas ni indicios reales de que eso sucediera, y por mi parte, con el conocimiento de causa que tengo del tema por haber tratado directamente con él, afirmo categóricamente que es una falacia (y creo que así se refleja en el documental).

No insistas. Tú ya sabes lo que pienso, pero esto es una carta abierta, así que aquí zanjo el tema.

Me queda magua también de no haber podido participar en la distribución de la cinta. Hace años, con Héroes Modernos, una película que nos costó vender, porque no era carne de festivales, conseguimos que se proyectara en cinco países distintos. Estoy convencido de que un documental histórico hubiera sido una pieza muy jugosa para muchos festivales en el mercado latinoamericano, ese mismo que dominaste navalmente durante años. Nunca lo sabremos.

No obstante, me alegro mucho de ver cómo la película te ha abierto puertas que antes estaban cerradas. Hace poco más de un año, había un puñado de reseñas sobre ti, y casi todas debidas, o bien al maravilloso libro de Domingo Barbuzano (pieza clave de nuestra obra), o bien a un videojuego de Ubisoft en el que realmente nunca participaste. Hoy por hoy, cada noticia que sale sobre ti tiene una repercusión importante, y me satisface saber (con toda la arrogancia del mundo) que tengo alguna culpa de ello.

No quiero terminar sin decir algo: Esta película no se podría haber hecho de no ser por el Investigador, que entre otras cosas, me contrató a mí y a todo el equipo, que fue el productor de facto del film, y que dedicó 2 años a investigar sobre ti. Eso no lo he negado nunca. Pero una investigación de dos años (insisto: sin guión resultante) no hace una película. Una película se hace desde el momento en el que se coordina al equipo, se toman decisiones creativas y se grita acción por primera vez... hasta el instante en el que se exporta la versión definitiva de la misma desde el programa de edición. La persona responsable de todo ese proceso en esta cinta no fue otra que un tal Juan Alfredo Amil Rodríguez.

Déjame que me dirija directamente al Productor:

Las mentiras tienen las patas cortas. Y, por favor, ten cuidado. Las canciones de la película que distribuyes alegremente son mías. Por Ley, y por Derechos de Autor. Hasta ahora he tolerado tus travesuras, básicamente porque la película se proyectó en RTVC (a quienes no deseo causar problemas, porque hay que ser agradecido con quien confía en ti), en el Festival de Cine Histórico de La Laguna (cuya organización fue muy considerada conmigo), en el Aguere (otra de las salas históricas), y en el TEA (que, como dije antes, para mí es un lugar indispensable, y lo último que deseo es causarles problemas). Y también porque estas proyecciones eran gratuitas. Pero si me entero que intentas sacar rédito de mis canciones a través de, yo que sé, un DVD, sin abonar los consiguientes royalties… ¡Ay, Pirata! en ese momento desearás tener patente de corso.

Créeme Amaro, hay muchas cosas que se me quedan en el tintero (el dron, la casa de los horrores, el episodio del cortado leche y leche…). Pero creo que con lo descrito antes está todo explicado.

Para finalizar, darle las gracias a mi equipo durante el rodaje de tu peli. En especial a José Alberto, mi ayudante y confidente durante los días de rodaje. Y a Ado, que no dudó echarme una mano durante mis días de fiebre galopante.

Sin más dilación, mi querido Amaro Rodríguez Felipe, me despido. Dudo que volvamos a vernos, pero, por si acaso, voy a contenerme de decirte Adiós. Te diré simplemente, Hasta Luego.

Ha sido un honor ser el primer director en hacer una película sobre ti. No puedo expresar con palabras el hecho de que la Historia relacione mi nombre con un visionario como fuiste tú.

Atentamente,

Juan Alfredo Amil

Cineasta. Director, Editor, y Músico del Primer Largometraje Documental sobre el corsario Amaro Pargo.


PD: Gracias al TEA y a su Director, por hacer justicia en su cartel promocional de la proyección.