viernes, 29 de junio de 2012

España y los aguafiestas


Todos sabemos que éste no es un gran momento para nuestro país. De hecho, yo no recuerdo ninguno peor, aunque gente mayor y más experimentada que un servidor, me recuerda siempre que aquí hubo una guerra, y peor aún, una posguerra, en donde la crisis no era una situación. Era La Situación. Todos estamos perdiendo la esperanza de que esta crisis sea algo pasajero, y cada vez tenemos una mayor certeza (¿o miedo?) de que se va a quedar con nosotros mucho tiempo (y eso que sólo vino para un fin de semana la hijaputa).

Pero antes de que llegara nuestra amiga Crisis, ya en España teníamos que soportar a su prima. Y no, no me refiero a la de riesgo (redoble de batería), sino a su prima más despendolada (por usada): La Demagogia.

Si al cóctel Crisis-Demagogia, le sumas Facebook, o peor, Twitter (en Tuenti lo que está por las nubes no es la Prima de Riesgo, sino el exceso de hormonas) , ya tienes un explosivo de fabricación casera capaz de incendiar todo tipo de "debates". Desde Política hasta sociedad, pasando, como no, a nuestro producto de exportación por excelencia: El Deporte.

He llegado a leer auténticas estupideces en estas redes (y fuera de ellas) sobre el tema. Gente que menosprecia el triunfo de Nadal en Roland Garros aludiendo a su cuenta corriente; o plataformas desvirtuadas que escriben una "Carta Indignada" a Fernando Alonso, como si él tuviera culpa del despilfarro provocado por los políticos que orquestaron la participación de Valencia en las carreras de Fórmula Uno (ya que estás, échale la culpa también al que pone las ruedas, no te jode). Estos ejemplos se quedan en nada, cuando el objetivo de las iras se centra en la Selección Española de Fútbol.

Es cierto que los jugadores que componen el equipo nacional cotizarán sus primas fuera de España. Es cierto que la celebración de la Eurocopa coincide sospechosamente en el calendario con reuniones decisivas para el futuro de la Comunidad Europea, y en concreto de éste nuestro país. El miércoles por la noche, al ojear la edición digital de los periódicos generalistas nacionales, comprobé con estupor cómo la información que cubría la victoria de España sobre Portugal ocupaba toda la zona superior de la página (la primera que el lector ve, nada más acceder a la web). Tuve que darle a la ruedita del ratón para poder leer el primer titular de información general, que hablaba de un suceso económico relativo a Bankia. Es cierto, el fútbol es parte del circo con el que intentan distraer nuestra atención sobre temas importantes.

Ahora, que te creas tan soberanamente inteligente como para pensar que eres el único que se da cuenta de esto, es para darte, como mínimo, un par collejas. Para que espabiles. Es más, que seas tan estúpido como para creer que tú y los que publican gilipolleces criticando a quienes seguimos esta Eurocopa, estáis un peldaño por encima de nosotros en lo que a conciencia social se refiere, cuando lo único que habéis hecho por solucionar esta Crisis es curraros un bonito estado de Facebook, una frase de menos de 140 caracteres, o una foto retocada en dos minutos con photoshop; clama al cielo.

Y está muy claro que el patriotismo barato de pseudoperiodistas como Tomás Roncero no ayuda a que este país esté más unido. Pero por favor, dejadnos disfrutar. Si no queréis hacerlo vosotros, iros a vuestra puta casa, a leer algún libro de ese escritor del que tanto presumís, pero del que en realidad nunca leísteis un libro entero. O juntaros todos, en torno a vuestra cachimba con tabaco de manzana, y despotricad de nosotros lo que os dé la puta gana.

Pero dejadnos en paz.

Durante la semifinal de España contra Portugal, puedo decir que lo pasé fatal viendo cómo los lusos apretaban a los nuestros durante todo el partido. Vibré con el juego de La Roja en los treinta minutos de la prórroga. Cuando hubo expirado el tiempo reglamentario, experimenté una montaña rusa de sensaciones con cada turno de penaltis, dependiendo de quién tiraba, de si fallaba o metía, y de si eso beneficiaba o no a mi equipo. Cuando Ramos marcó a lo Panenka, perdí el control de mí mismo, gritando, declarándole mi amor eterno al hombre que, meses atrás, se convirtió en el futbolista más denostado de España, víctima de ese nido de urracas parlanchinas que se hace llamar twitter, merced a (precisamente) un lanzamiento de pena máxima. Finalmente, sentí una alegría inmensa al ver a todos los integrantes de mi selección corriendo hacia Iker y Cesc, que acababa de marcar el gol que nos clasificaba para la final.

¿Y sabes qué? durante cerca de dos horas y media, no me acordé ni un sólo segundo de la maldita situación que estamos pasando. No me acordé de que al día siguiente tenía que levantarme a las siete de la mañana para ir a trabajar, en el entorno menos productivo de la Historia de España. Mi padre, un empresario que, como todos los que no son jefes de multinacionales, está luchando a cara de perro, día sí y día también, para sacar su empresa adelante, fue el hombre más feliz del mundo durante los minutos que duró la celebración del triunfo.

Y como digo, al día siguiente habrá que ir a trabajar. Y si hay que salir a la calle a protestar, y decido que quiero unirme, lo haré. Que sea consciente de lo que está pasando no significa que no tenga derecho a disfrutar del fútbol.

2 comentarios:

  1. ¡Ajáiiii! Con éste me has enganchao, lo admito. Pero no puedo con el fondo negro... ¡¡¡¡aaaargh!!!!

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  2. JEJEJEJEJE Estoy pensando en una solución, a ver ejekeekeke

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